La palabra ecología apareció por primera vez en el Diccionario de la Real Academia Española en el año 1936, pero se hizo más conocida a partir de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, celebrada en Suecia en 1972.
¡Cuánto se ha avanzado desde entonces! Ahora no solo todos conocemos esta palabra, sino que ella es el centro de numerosas preocupaciones.
Los hombres tomaron conciencia de su responsabilidad frente a la naturaleza. Los recursos naturales son limitados, y además parte de ellos ha sido destruida. Esto afecta tanto la vida animal como la vegetal, y muchas especies están desapareciendo. La contaminación es irreversible…
A esta toma de conciencia, nuevos temores invaden nuestra mente: ¿Qué será de nuestros hijos? Entonces nos sentimos culpables porque echamos a perder nuestro bien más preciado, es decir, nuestro hermoso planeta.
¿Culpables con respecto a quién? ¿A la humanidad? Es verdad que la humanidad sufrirá, pero no fue ella quien nos dio ese bien. Esta culpabilidad es hacia el Creador. Entonces, ¿qué debemos hacer? Arrepentirnos, volvernos a él en oración y buscar en la Biblia su pensamiento.
Dios intervendrá a su tiempo para rejuvenecer la naturaleza cuando Cristo reine (Isaías 11:9; 35:1). Pero hoy hace un llamado a cada uno: “Mirad a mí, y sed salvos” (Isaías 45:22).
Isaías 20-21 – 2 Tesalonicenses 2 – Salmo 42:7-11 – Proverbios 13:12-13