En una isla del Ártico se halla el Banco Mundial de Semillas de Svalbard, un enorme almacén subterráneo de semillas de miles de plantas de cultivo de todo el mundo. Esta bodega, protegida por puertas blindadas y paredes en concreto armado, fue llamada “El Arca de Noé”. Su objetivo es guardar esas semillas para que las generaciones futuras puedan reimplantar los cultivos que eventualmente sean destruidos por una catástrofe.
Instintivamente nos damos cuenta de que toda vida es extremadamente frágil, y que, a pesar de sus pretensiones, la humanidad no controla los acontecimientos que dirigen el mundo, ni siquiera su propia supervivencia. Tememos el caos y la autodestrucción, pero el control del mundo sigue estando en las manos de Dios. “Todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:16-17).
Dios dijo a Noé: “Entra tú y toda tu casa en el arca” (Génesis 7:1). Los hombres de los tiempos de Noé eran perversos y violentos, por eso Dios había decidido destruirlos. El juicio estaba cerca, y la única posibilidad de supervivencia era el arca.
Hoy la violencia y la corrupción también están por todas partes, y el juicio es inminente. ¿Pensamos en protegernos? Ahora Dios también nos ofrece un “arca”. Es Jesucristo, en quien debemos creer para ser salvos. “Ahora, pues, ninguna condenación hay” para los que creen que Jesús murió en su lugar y lo aceptan como su Salvador (Romanos 8:1).
Isaías 15-16 – 1 Tesalonicenses 4 – Salmo 41:1-6 – Proverbios 13:7-8