Para algunos, la naturaleza es solo materia; en cambio, para otros, es Dios.
Para los primeros todo es materia; Dios está excluido de su reflexión. Piensan que la tecnología conduce a la humanidad hacia el progreso, que no existe una regla superior para regir la naturaleza, y que los hombres deben enfrentar solos los problemas ecológicos.
Para los segundos, la naturaleza es casi confundida con Dios. En algunas corrientes de pensamiento se habla de la “madre naturaleza”, de “la madre tierra”.
Estas dos visiones de la naturaleza se oponen a lo que la Biblia nos dice. Primero, Dios es Espíritu, está muy por encima de la materia, pues el mundo fue creado por él y no es eterno. El mundo envejece y pasa. La tecnología no podrá resolverlo todo…
Pero Dios sopló un “aliento de vida” en el hombre (Génesis 2:7). Esto lo distingue de los animales y lo hace responsable ante Dios. La naturaleza no se puede comparar con el hombre. Debemos utilizar y preservar la naturaleza, pero no somos uno con ella. Solo el hombre fue creado a la imagen de Dios (Génesis 1:27).
Dios es el Creador, nos habla, y nos dio la capacidad de escuchar y comprender lo que nos dice. La naturaleza no tiene esta facultad de comunicarse así con él. Como Dios nos habla, tiene el derecho de esperar una respuesta de sus criaturas: el agradecimiento, el honor… ¡Solo él puede ser adorado!
Isaías 38-39 – Marcos 2 – Salmo 49:1-9 – Proverbios 14:15-16