Dios no se avergüenza de nosotros
Si hemos aceptado la salvación que nos ofrece la obra de Cristo en la cruz, es maravilloso pensar que Dios no se avergüenza de nosotros. ¡Incluso nos dio el privilegio de ser sus hijos (Juan 1:12), porque creímos en su Hijo! El Señor Jesús tampoco se avergüenza de llamarnos hermanos.
Si estos versículos no estuviesen escritos tan claramente en la Biblia, sería normal que dudásemos. En efecto, nuestra vida está llena de tantos errores, compromisos, negaciones, que nos cuesta creer estas afirmaciones incondicionales. Nuestra limitada mente no logra ponerse a la altura de la gracia de Dios; no comprendemos realmente la grandeza de lo que él hizo por nosotros. Nos dio su naturaleza santa y justa, y ve en nosotros las perfecciones de su Hijo.
Esto no debe inducirnos a bajar la guardia, a tener simpatía o a ser indulgentes con el pecado en nosotros. Al contrario, Dios nos exhorta: “Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16). ¡Hagamos todo para agradarle!
Y en nuestra vida en sociedad, ¿hemos decidido seguir el camino trazado por Jesucristo, incluso si esto requiere algún sacrificio? Al final de su vida, el apóstol Pablo escribió al joven Timoteo: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo” de dar “testimonio de nuestro Señor” (2 Timoteo 1:12, 8).
¿Podríamos avergonzarnos de hablar de Aquel que no se avergüenza de nosotros?
“Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
Isaías 14 – 1 Tesalonicenses 3 – Salmo 40:13-17 – Proverbios 13:5-6