¿Se ha dado cuenta que Dios se goza en bendecir? Justo después de la creación de Adán y Eva, leemos: “Y los bendijo Dios” (Gn. 1:28). Después del diluvio, cuando Noé y su familia salieron del arca, leemos: “Bendijo Dios a Noé y a sus hijos” (Gn. 9:1). Cuando llamó a Abraham, le dijo: “Te bendeciré… y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren… y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn. 12:2-3). El Salmo 1 comienza con las palabras: “Bienaventurado (bendito) el varón que…”. El Salmo 119, así como varios otros, comienzan de la misma manera. Con la ayuda de una concordancia bíblica, usted puede ver cómo Dios se gozó en bendecir a su pueblo en el Antiguo Testamento.
Y, ¿qué hay del Nuevo Testamento? El primer sermón de nuestro Señor Jesucristo, registrado en Mateo 5 al 7, comienza con la palabra “bienaventurado”, y continúa con una serie de bendiciones más. Sí, Dios se goza en bendecir. ¡Oh, si los hombres lo supieran! Entonces no le dirían: “Apártate de nosotros, porque no queremos el conocimiento de tus caminos” (Job 21:14). Más bien dirían como Asaf: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Sal. 73:25). Los que conocen a Dios pueden unirse al apóstol Pablo y exclamar con alegría: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef. 1:3).
Sí, habiendo creído en Jesús como su Salvador, ha sido bendecido por Dios. Sea lo que sea que ocurra en su vida, recuerde que ha sido bendecido con toda bendición espiritual en Cristo. Ciertamente podemos decir: “Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios… Bendigan al Señor, ustedes todas Sus obras, en todos los lugares de su dominio. Bendice, alma mía, al Señor” (Sal. 103:1-2, 22 NBLA).