Esta es una afirmación muy sorprendente si pensamos en su contexto. Dios es quien está hablando, y el hombre al que llama “profeta” es Abraham, que en ese momento tenía 99 años. Dentro de unos meses, él y su esposa Sara esperan recibir a Isaac, el hijo que Dios les había prometido. Sin embargo, durante su estadía en Gerar, Abraham le dijo a Abimelec, el rey de aquel lugar, que Sara era su hermana, y Abimelec la tomó como esposa. Dios entonces le habló a Abimelec acerca del mal que estaba cometiendo y le dijo que devolviera a Sara a su marido. ¡Es entonces que hallamos esta declaración tan sorprendente!
Abraham y Sara habían acordado mentir acerca de esto cuando salieron de la casa de su padre (v. 13). De hecho, ya habían sido expulsados de Egipto con anterioridad debido al mismo motivo. Sin embargo, Dios le dijo a este rey pagano que Abraham era profeta, es decir, alguien que hablaba en su nombre, y que iba a orar por él para que fuese perdonado y no muriera. Dios estaba del lado de su profeta que, por miedo, había expresado esta mentira (de hecho, una ’verdad a medias’) durante años. ¿Cómo pudo Dios utilizar a un hombre como Abraham, que había estado mintiendo durante tanto tiempo?
¿Y qué hay de nosotros? ¿Mentimos alguna vez para engañar a los demás? ¿Acaso nunca hemos sido hipócritas? Y, sin embargo, somos preciosos para Dios. Le pertenecemos, porque hemos sido comprados por la sangre del Señor Jesucristo. Incluso tenemos el privilegio de servirlo, de hablar en su nombre y de orar por los demás. Nuestro santo Dios no nos ha descartado como descalificados para su servicio. Dios se identifica con nosotros; somos suyos y él está por nosotros. Incluso quiere utilizarnos, aunque nuestro engaño haya sido expuesto y debemos, avergonzados, como Abraham, confesar lo que hemos hecho durante tanto tiempo. “Entonces Abraham oró a Dios; y Dios sanó a Abimelec y a su mujer, y a sus siervas, y tuvieron hijos”.
Tal es la fidelidad de Dios, a pesar de nuestros fracasos. Esto debería humillarnos profundamente ante Dios y ante los hombres.