La misma noche en la que fue traicionado y arrestado, Jesús les dijo a sus discípulos: “Haced esto en memoria de mí” (Lc. 22:19-20). Si solo tuviéramos los relatos de los evangelios, seguramente habríamos concluido que esta cena era solo para los discípulos judíos. De hecho, algunos enseñan esto actualmente y por eso no celebran la Cena del Señor, pensando que no es para los cristianos. Pero Pablo escribió que él recibió personalmente de parte del Señor Jesús la instrucción de celebrar este memorial, ¡hasta que él venga (v. 26)!
El Señor Jesús es el objeto central de la Cena, pues esta fue instaurada como memorial de su Persona. Todos los aspectos de su bendita Persona deben estar ante nosotros en memoria y acción de gracias: su vida, sus diversas glorias, sus sufrimientos y, especialmente, su muerte. Cristo es el centro de atención, no los adoradores.
La palabra “en memoria”, en el idioma original, significa literalmente “recordar en la mente; traer a la memoria”. Esta palabra se utiliza solo una vez más en el Nuevo Testamento y está en relación con los sacrificios (He. 10:3). En el Antiguo Testamento, los sacrificios de animales realizados año tras año, traían a la memoria del adorador que sus pecados no habían sido eliminados permanentemente. ¡Qué contraste con la posición del cristiano! ¡Y qué maravillosa es la revelación dada a Pablo! Nuestros pecados han sido quitados para siempre por un sacrificio perfecto. Estos pecados no deben ser recordados cuando recordamos a Aquel que los quitó para siempre.