El Señor transformó esta pregunta carnal en una ocasión para instruir a sus discípulos. Con claridad, él les mostró que el camino a la gloria está caracterizado por el sufrimiento. Solo él podía consumar la redención por medio de sus sufrimientos en la cruz, cuando fue desamparado por Dios. Sin embargo, los discípulos también tendrían el privilegio de beber la copa del sufrimiento de manos de los hombres. Pero, mientras que podía asegurarles el privilegio de sufrir por su Nombre, no le correspondía a él dar un lugar a su lado en el reino. Él había tomado el lugar del Siervo, así que deja al Padre que decida quien tendrá un lugar privilegiado en el día de su gloria (vv. 38-40).
Por otro lado, no solo vemos a la carne operar en la pregunta de Jacobo y Juan, sino que también la vemos manifestarse en los otros diez, quienes se indignaron con sus condiscípulos, demostrando que había celos en sus propios corazones (v. 41). Alguien ha dicho: «La carne no solo se manifiesta en la falta cometida por uno u otro, sino en cómo reaccionamos cuando alguien más ha cometido una falta. La indignación de los otros diez discípulos demostró el orgullo de sus propios corazones, casi al mismo nivel que el orgullo de los dos hijos de Zebedeo, quienes deseaban el mejor lugar».
Jesús utilizó esta oportunidad para corregir los pensamientos carnales de los doce en general, poniendo ante ellos el camino de la verdadera grandeza. Aquel que ocupa el lugar más bajo en la tierra como siervo de todos, ese es el tendrá el lugar más elevado en la gloria. En ese camino, el Hijo del hombre fue el Modelo perfecto.