De camino a la estación nos sorprendió un embotellamiento. ¡Imposible avanzar! Los minutos pasaban… ¿Llegaríamos a tiempo?… Entonces vimos un vehículo averiado, sin conductor, en el carril de sentido único. Dimos marcha atrás para tomar el carril secundario, que nos permitiría sortear el obstáculo.
Un pequeño inconveniente sin consecuencias, pero instructivo porque nos recuerda una verdad: Dios permite que encontremos obstáculos, aunque no siempre entendamos la razón. En la escuela de Dios se nos presentan muchos «ejercicios», es decir, situaciones que pueden ser difíciles: estas nos enseñan a conocer mejor a Jesús y los recursos que él nos ofrece.
Nuestro Padre celestial permite dificultades cuya duración e intensidad están adaptadas a cada uno de nosotros. Pero recordemos: ¡Jesús nos ama y quiere atravesar con nosotros esas dificultades!
El apóstol Pablo escribió: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6-7). Cualesquiera que sean las dificultades que hemos de atravesar, grandes o pequeñas, ¡oremos! “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (v. 7). ¡Esta paz puede iluminar la oscuridad de nuestras preocupaciones!
Ezequiel 39 – 1 Pedro 2:1-10 – Salmo 44:17-26 – Proverbios 13:20-21