Desde hace algún tiempo, alguien que dice ser cristiano envía mensajes de este tipo a mi teléfono: «Hoy tu cartera estará llena y tu salud será buena. Todos tus sueños y aspiraciones se cumplirán. Tus planes tendrán éxito. Buen día. ¡Dios te bendiga!».
Lo que Dios realmente promete al cristiano no es una vida sin problemas, en la que todas las puertas se abren y todo sale bien. Si así fuera, ¿qué pensaría si tengo un accidente, un problema de salud, o si pierdo mi trabajo? ¿Concluiría que Dios me está castigando, que me ha abandonado o me priva de su bendición? ¿O incluso pensaría que me falta fe?
Esta forma de pensar es errónea y puede confundir a los cristianos que Dios considere oportuno hacer pasar por situaciones difíciles.
La simple lectura del Nuevo Testamento nos muestra a muchos cristianos enfrentándose a todo tipo de pruebas y dificultades. El mismo apóstol Pablo tuvo que soportar hambre, frío, naufragios, prisión… (2 Corintios 11:23-27).
Cristianos, nuestras bendiciones están en el cielo, con Cristo. Dios nos forma en la tierra. Él dirige las circunstancias de nuestra vida y quiere que experimentemos su amor en los momentos difíciles. Entonces lo conoceremos como el “Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3). Esto no es para nuestro bienestar terrenal y temporal, sino para nuestro verdadero bien, celestial y eterno.
“No os hagáis tesoros en la tierra… sino haceos tesoros en el cielo… Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21).
Ezequiel 38 – 1 Pedro 1:13-25 – Salmo 44:9-16 – Proverbios 13:18-19