Aunque leamos la Biblia sin atención, ella nunca deja de sorprendernos por su variedad, su riqueza, su profundidad, su actualidad… Es un lago en el que se reflejan el cielo y mi rostro, cuando me miro en él. Es un paisaje grandioso donde el horizonte toca la eternidad cuando levanto mis ojos. Libre de todo error, la Biblia hace que los pensamientos de Dios sean accesibles tanto a las mentes más intelectuales como a las más sencillas. “La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples” (Salmo 119:130).

En la Biblia Dios me dice: “Hijo mío, guarda mis razones, y atesora contigo mis mandamientos. Guarda mis mandamientos y vivirás, y mi ley como las niñas de tus ojos. Lígalos a tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón” (Proverbios 7:1-3). Claramente me pide que grabe sus palabras en mi corazón, sede de mi personalidad, de mis pensamientos, como se graba una foto en un disco duro.

Para obtener una buena foto no basta con pulsar el botón de una cámara. Es necesario concentrarse en el objetivo, encuadrarlo, enfocarlo, tener en cuenta el fondo, el entorno… como cuando se lee la Biblia. Sacaré el máximo provecho si la leo atentamente, confiado en que Dios tiene algo que decirme, si estoy dispuesto a escucharlo, porque si Dios me habla, ¡sería una locura ignorar lo que me dice!

“Recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:21-22). ¡Haciendo esto seremos felices!