El día de su resurrección, domingo, Jesús se presentó en medio de sus discípulos reunidos en el “aposento alto”, lugar de comunión donde el Señor está presente (Juan 20:19, 26). A partir de entonces, muchos cristianos han sido fieles a esta cita, el día del Señor. Pero preguntémonos: ¿Es este el único día de la semana en que vivo cerca de mi Señor?
El cristianismo no es un comportamiento ligado a ciertos actos solemnes, sino una vida de relación personal y diaria con Jesús, mi Salvador y Señor, bajo la mirada bondadosa de Dios, mi Padre. No seamos, pues, solo cristianos del domingo. Cada día somos llamados a crecer “en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18). Entonces toda nuestra vida será una alabanza a Dios y un testimonio para Cristo.
El cristianismo tampoco es un conjunto de costumbres religiosas acompañadas de algunas buenas obras que nos imponemos en medio del estrés diario de nuestras actividades. Es primero una forma de ser, más que una manera de hacer. El cristiano es llamado a proclamar “las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9). Pidiendo la ayuda de su Señor, tratará de cumplir su misión con gozo cada día. No solo sus palabras, sino primeramente su comportamiento, podrán reflejar algunas de las cualidades morales de Jesús: consagración, obediencia a Dios, humildad, paciencia, amor al prójimo…
Ezequiel 36:13-38 – 2 Tesalonicenses 3 – Salmo 43 – Proverbios 13:14-15