Antonio era director de una empresa comercial conocida por su honradez. Tenía buena reputación y llevaba una vida agradable y sin problemas. Pensaba que no necesitaba a Dios…
Pero una pandilla empezó a atacar y a robar lo que había en los camiones de la empresa. Entonces Antonio fue detenido y acusado de ser el líder de la pandilla. Siendo totalmente inocente, se sentía muy triste. En ese momento su abogado estaba de vacaciones, y todos sus amigos se alejaron de él.
Mientras estaba en detención provisional, Antonio recibió un calendario cristiano. Por medio de esos mensajes diarios, Dios habló a su corazón. Un juez estudiaba su caso. Antonio tuvo la ocasión de hablarle de todo lo que lo atormentaba. El juez, quien era cristiano, le habló en privado de Jesucristo, el único justo, quien murió por los injustos, y resucitó.
Aunque Antonio era inocente de lo que lo acusaban en ese juicio, reconoció que era un pecador ante Dios y que necesitaba a Jesús para salvarlo. Algunos días después su inocencia fue probada y salió de la cárcel. Fue doblemente liberado: libre de las falsas acusaciones y libre de la perspectiva del juicio eterno.
“Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice el Señor” (Jeremías 29:13-14).
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8-9).
Isaías 13 – 1 Tesalonicenses 2 – Salmo 40:6-12 – Proverbios 13:4