Esa mañana, en la facultad, Juan logró una victoria: ¡al fin decidió contar a sus compañeros que era cristiano! Luego tuvo una conversación con ellos. Algunos se burlaron de él, afirmando que eran ateos.
Cuando regresó a su habitación de estudiante, de repente le surgió una duda: “Después de todo, ¿estás seguro de ti mismo? ¿Y si ellos tienen razón? ¡Sus argumentos parecen muy lógicos!”. ¡En un instante, en la mente del joven se levantó una terrible tormenta! Los argumentos de sus compañeros cobraron fuerza… Juan ya no estaba seguro de nada…
¿Qué estaba sucediendo? Juan había tomado claramente su posición como creyente, y Satanás lo atacaba con “dardos de fuego” para tratar de debilitar su joven fe (Efesios 6:16). Este periodo difícil duró varias semanas. Juan leyó mucho su Biblia y expuso su angustia a Dios… Poco a poco la tormenta dio paso a una gran bonanza (Salmo 107:28-30). Juan aprendió dos lecciones básicas: su total debilidad ante Satanás y la solidez absoluta de la Palabra de Dios. “Escrito está”, este es el único argumento ante el cual Satanás huye.
Más adelante Juan conoció a otros jóvenes cristianos presos de las mismas dificultades y, gracias a la ayuda de Dios, pudo comprenderlos y ayudarlos.
Amigos cristianos, si a veces atravesamos periodos de crisis parecidos, no nos desanimemos. El Señor quiere emplearlos para instruirnos y fortalecer nuestra fe.
Jeremías 51:1-32 – 2 Corintios 10 – Salmo 106:28-31 – Proverbios 23:24-25