Para explicar el primer versículo, un cristiano tomó esta imagen: “Tengo dos perros que a menudo se pelean, un pastor alemán y un dogo negro. ¿Cuál de los dos ganará?”. Después de haber escuchado algunas respuestas, el cristiano añadió: “¡El que alimento mejor!”.
El creyente posee dos naturalezas que tienen aspiraciones y gustos muy diferentes:
– la “carne” (o la vieja naturaleza), que es el estado natural de cada uno de nosotros, y
– una nueva naturaleza, espiritual, que recibimos de Dios.
Los pensamientos de la “carne” están dirigidos hacia todo tipo de codicias, mientras los pensamientos de la nueva naturaleza están animados por el Espíritu Santo, que nos habla de Cristo (Romanos 8:5). Cada día estas dos naturalezas quieren satisfacer sus apetitos. Pero lo que las nutre está diametralmente opuesto: lo que alimenta la naturaleza marcada por el pecado debería asquear a la nueva, y hacerla anhelar un alimento sano. Así, no alimentar a la vieja naturaleza es considerarla como muerta.
El apóstol Pedro nos recomienda abstenernos de “los deseos carnales que batallan contra el alma” y desear, “como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada” (1 Pedro 2:11, 2). ¡Entonces el Espíritu Santo vencerá!
¿A quién beneficia, pues, lo que oigo, lo que miro, lo que leo y lo que hago? ¿A la nueva naturaleza o a la “carne”? Esta pregunta, con la gracia de Dios, debería ayudarme a tomar buenas decisiones para agradar a mi Señor.
Jeremías 50:1-20 – 2 Corintios 8 – Salmo 106:19-23 – Proverbios 23:22