La historia cuenta que en el año 216 antes de Jesucristo, el general y jefe de los ejércitos de Cartago, Aníbal, derrotó a los romanos cerca de la ciudad de Cannas, en el sur de Italia. Hubiera podido avanzar hasta Roma y sitiarla, pero viendo llegar el invierno, prefirió establecerse en Capua, ciudad vecina, para descansar y esperar refuerzos. Mientras sus tropas se acostumbraban al ocio, el ejército romano se fortaleció, de modo que la situación militar se invirtió. Así Roma nunca fue tomada por Aníbal.
De este episodio histórico viene la expresión: “Dormirse en las delicias de Capua”, para designar a alguien que deja de esforzarse tras haber conseguido triunfos.
Es bien sabido que después de alcanzar algunos éxitos, tras un periodo de tensión y esfuerzos, la atención se relaja. Para el cristiano, el fin de una prueba superada con la ayuda del Señor puede acarrear una falta de vigilancia que el diablo aprovechará para tomar ventaja. Tengamos cuidado. No descansemos en las victorias alcanzadas, no creamos que los progresos espirituales pasados nos hacen menos vulnerables a las tentaciones de Satanás. Busquemos constantemente junto a Dios la fuerza para mantenernos firmes, y sigamos peleando “la buena batalla de la fe” (1 Timoteo 6:12). Cobremos ánimo pensando en el perfecto reposo que nos espera en la compañía de nuestro Señor.
Jeremías 34 – 1 Corintios 10 – Salmo 103:1-5 – Proverbios 22:16