Una vida cristiana normal surge de una visión precisa de nosotros mismos en relación con Dios. En primer lugar, debemos aprender a obedecer. El término más común del Nuevo Testamento traducido como obedecer es una palabra que significa «escuchar debajo». Si aceptamos que estamos por debajo de Dios, entonces ciertamente debemos obedecerlo. Después de obedecer primero a Cristo como nuestro Salvador (He. 5:9), también debemos responder a la enseñanza cristiana “según es en verdad, la palabra de Dios” (1 Ts. 2:13). Los que conscientemente no obedecen la Palabra de Dios deben ser amonestados (2 Ts. 3:14).
En segundo lugar, después de la obediencia debemos aprender a someternos. La sumisión es ante todo una respuesta a Dios, nuestro Padre (He. 12:9). Si nos sometemos a él, aceptaremos fácilmente todo lo que nos dé. Interpretaremos los momentos de dificultad como ocasiones de su buena disciplina, que nos ayuda a crecer espiritualmente. Someterse también significa reconocer las influencias de Dios en nuestras vidas. Pablo dijo a los corintios que se sometieran a la casa de Estéfanas, donde había siervos consagrados al Señor (1 Co. 16:15-16). La forma más clara de mostrar sumisión a Dios es mostrar una actitud de sujeción a nuestros empleadores, autoridades gubernamentales y conductores en la Asamblea. En dos ocasiones se nos dice simplemente que nos sometamos a otros cristianos, independientemente de nuestras relaciones mutuas (Ef. 5:21; 1 P. 5:5).
En tercer lugar, debemos aprender a ser pacientes o soportar. Esto conlleva la idea de soportar las dificultades en lugar de tratar de salir de ellas. La paciencia se aprende verdaderamente solamente a través de la tribulación (Ro. 12:12). Naturalmente, esta no es una lección agradable, pero espiritualmente es muy provechosa, porque siempre produce una mayor madurez cristiana (Stg. 1:4). ¿Queremos ser cristianos más fuertes? Entonces podemos pedirle al Señor que nos ayude a obedecer, someternos y ser pacientes.