El Eclesiastés, uno de los tres libros escritos por el rey Salomón, es un libro muy especial. Contiene algunas afirmaciones que parecen extrañas a primera vista. Y cabe preguntarse qué beneficio puede obtener el cristiano de este libro.
Al leer el Eclesiastés, hay que tener en cuenta el punto de vista que adopta el escritor al observar la vida. Una expresión clave en este libro es “debajo del sol”, la cual aparece 29 veces. El escritor observa las cosas tal y como están “debajo del sol”, es decir, ante los ojos del hombre. A partir de esto, saca conclusiones desde el punto de vista del hombre natural, quien no posee ninguna revelación de parte de Dios acerca de las cosas que no se pueden ver “debajo del sol”. En consecuencia, estas conclusiones no son correctas cuando se consideran a la luz de la revelación de Dios en el Nuevo Testamento. Citemos solo dos ejemplos para demostrarlo:
1. “Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece” (Ec. 1:4). Ahora bien, sabemos gracias a 2 Pedro 3:10 (y otros pasajes) que la tierra no permanecerá para siempre. Pero así es como le parece al hombre natural: una generación sigue a la otra y la tierra sigue ahí. Es lo mismo que dicen los burladores de los últimos días (2 P. 3:3-4).
2. “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros… ni tiene más el hombre que la bestia” (Ec. 3:19). A la luz del Nuevo Testamento, debemos decir que hay una diferencia fundamental entre el hombre y la bestia: ¡el hombre tiene un alma viviente! “El Predicador” concluye que todo termina de la misma manera: con la muerte, pues “debajo del sol” no se sabe lo que viene después de la muerte.
Si tenemos en cuenta el punto de vista del Predicador, entenderemos mejor el Eclesiastés.