Dos amigos, que tienen un stand bíblico en las ferias, recibieron la siguiente carta:
«Me anima que los cristianos sigan llamando la atención sobre la Buena Nueva. Hay mucha gente que está bien materialmente, pero es pobre respecto a la esperanza. Yo mismo fui uno de ellos.
Vengo de una familia cristiana, tengo buenos amigos, y desde el punto de vista material no tengo preocupaciones, sin embargo, fui infeliz durante años. Decidí no volver a la asamblea cristiana a la que iban mis padres, porque perdí la convicción de que la vida cristiana tuviera algún sentido. Pensaba que era suficiente con creer en Dios. Me interesé por varias religiones y filosofías. Aunque este tema pueda ser interesante, al fin de cuentas es inútil.
Hace aproximadamente dos años tuve una crisis y estaba confundido… Volví a interesarme por la fe cristiana y descubrí que el Dios de la Biblia es el único que puede salvar y redimir. ¡Esta firme convicción es mi ancla de esperanza! La certeza de que Jesucristo es el Hijo de Dios, que murió en la cruz por mis pecados, y que resucitó de entre los muertos, llenó mi vida de gran gozo.
Aunque tengo mucho estrés y preocupaciones en este momento, confío en que Jesús me guiará con seguridad por la vida, y hará crecer al niño que todavía soy espiritualmente».
“El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” (Salmo 23:1-3).
Oseas 7-8 – 2 Corintios 13 – Salmo 107:10-16 – Proverbios 24:3-4