Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
– Jesús acababa de devolver la vista a un ciego (Juan 9). Pero él no sabía qué responder a los que le preguntaban por el que lo había curado. Entonces dijo: “Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo” (Juan 9:25). El hombre está espiritualmente ciego cuando no es consciente del amor de Dios, pero cuando la luz brilla en su corazón, tiene una seguridad inquebrantable.
– En Lucas 10:38-42 encontramos dos hermanas: Marta era muy activa en el servicio para Jesús, pero María se sentaba a sus pies para escucharlo. Cuando Marta acudió a Jesús para quejarse de su hermana, él le respondió amablemente: “solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte”, que es escucharlo. Esto nos hace reflexionar porque, nosotros también, en nuestra vida cristiana, a veces queremos actuar antes de escuchar.
– El apóstol Pablo tenía muchos títulos que hacer valer, pero por amor a Cristo los consideraba como basura (Filipenses 3:8). Afirmó que hacía una cosa: ir directamente a la meta, es decir, al cielo. Imitémoslo, y no temamos renunciar a lo que nos ate a la tierra, para concentrarnos en las cosas de “arriba” (Colosenses 3:1-4).
– En el Salmo 27:4, el rey David escribió: “Una cosa he demandado al Señor, esta buscaré; que esté yo en la casa del Señor todos los días de mi vida”. Una vida con Dios es lo más importante para el creyente. Tener la certeza de estar libre de culpa, escuchar la Palabra del Señor, correr directamente hacia la meta celestial y morar en la presencia de Dios, ¡qué maravilloso programa! ¿Es esta su prioridad?