El evangelista Wilhelm Busch (1897-1966) atravesaba el Atlántico en un barco de vapor. Uno de los camareros le mostraba el barco cuando, de repente, en un pasillo poco iluminado, Busch chocó con un miembro del personal de cabina que llegaba corriendo. Tras el choque, Busch puso su mano en el brazo del desconocido y exclamó, riendo:
–¡Vuela como un pájaro! ¿Qué hace en este enorme buque?
A lo cual el hombre respondió:
–He sido pastor, campesino, vagabundo, marinero. Incluso intenté ser monje durante un tiempo, pero ahí tampoco pude encontrar la paz.
Bush le preguntó rápidamente su nombre antes de continuar el recorrido. ¿Por qué este encuentro repentino e inesperado?, se preguntó el evangelista. ¿No fue Dios quien puso a este hombre en mi camino? Este vagabundo que erraba por la tierra y por el mar ya había probado todos los oficios, incluso los religiosos, y no había podido encontrar la paz. ¡Claramente Dios lo estaba buscando!
De regreso a casa, Busch le envió un Nuevo Testamento. Meses después recibió, según sus propias palabras, una carta increíblemente bella que comenzaba así: «Ahora he encontrado la paz con Jesús, crucificado y resucitado».
¡Este es el milagro de la cruz! Cerca del Señor Jesús, la persona que no tiene paz descubre el descanso; el que contempla el amor de Dios y se rinde ante él, halla la vida, el perdón, la reconciliación y la gracia.
2 Crónicas 33 – 2 Corintios 7 – Salmo 106:13-18 – Proverbios 23:19-21