Una oración ferviente es lo contrario a una oración hecha solo de labios, sin convicción. Es una oración que espera pacientemente una respuesta concreta. Así oraba el profeta Elías. Leyendo los capítulos 17 y 18 de 1 Reyes comprendemos que fue Dios quien impidió la lluvia durante más de tres años. Pero antes invitó a Elías a esconderse junto a un arroyo donde fue alimentado milagrosamente por cuervos que le trajeron pan y carne. También fue Dios quien permitió que volviera a llover. Sin embargo, el apóstol Santiago, inspirado por el Espíritu Santo, revela que Dios lo hizo en respuesta a la oración ferviente del profeta.
Isaac oró durante 20 años, pidiendo a Dios que le diera un hijo, aunque su mujer era estéril (Génesis 25:20-26). Puede sorprendernos que Dios haya tardado tanto en responder. Isaac también pudo haberse cansado y dejar de orar. Pero Dios tiene un plan para cada uno, y a veces quiere probar nuestra fe, no para hacernos dudar o desanimarnos, sino para fortalecer nuestra confianza y enseñarnos a descansar plenamente en él.
Un creyente que confía en Dios, en cada detalle de su vida, le presentará sin dudar las situaciones difíciles, quizá sin solución humana, que tocan lo más profundo de su ser. Oremos con fe y perseverancia, estemos solos o acompañados. Dios responderá, a su manera y en el momento que considere oportuno.
2 Crónicas 31 – 2 Corintios 4 – Salmo 105:37-45 – Proverbios 23:13-14