Cierto día Isaac Newton paseaba por el campo cuando un pastorcillo le dijo: «Dese prisa, señor, o se mojará». Sorprendido, el científico que llevaba mucho tiempo estudiando las previsiones meteorológicas, miró al cielo, no vio ni una nube y continuó su camino sin hacer caso a los consejos. Pero pronto se vio empapado por una repentina y fuerte lluvia. Regresó para preguntar al niño cómo sabía que iba a llover.
–Es fácil: cuando mi oveja negra da la espalda al viento, sé que lloverá en la siguiente hora.
Los que observan la naturaleza conocen las señales que anuncian un cambio de tiempo. La Biblia anuncia otro «cambio de tiempo»: el fin del tiempo de la gracia de Dios. Nos advierte que la paciencia de Dios llegará a su fin, y en los últimos días sus juicios se derramarán sobre este mundo lleno de violencia e inmoralidad. Las señales de advertencia son cada vez más visibles: el clima moral se corrompe, la línea entre el bien y el mal desaparece, los peores comportamientos se vuelven comunes. Pero, aún hoy, Dios nos ofrece el medio de salvación: creer en Jesús, quien nos libra del juicio que se avecina.
¡Acepte la salvación, para que no sea condenado!
“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).
2 Crónicas 26 – 1 Corintios 15:29-58 – Salmo 104:27-35 – Proverbios 23:1-3