Como madre cristiana trato de agradar al Señor en la forma de educar a mis hijos. A veces me cuesta mantener la calma cuando pelean. Y con tristeza debo confesar al Señor mis fracasos y mi falta de paciencia.
Un día en el que los niños estaban especialmente difíciles, y yo exasperada, perdí la paciencia. Entonces, en vez de orar, como de costumbre, confesando haber perdido nuevamente la paciencia, exploté: «¡Señor, son insoportables! ¡Estoy cansada, basta! Pero tú sabes todo… ¡Ayúdame!».
Luego me sentí aliviada y tranquila. Por fin comprendí que el Señor desea una oración sencilla, directa y sincera, en lugar de continuas confesiones de mis faltas y derrotas, después de la batalla.
Desde ese día, en lugar de luchar por mi cuenta, trato de decirle las cosas tal como son, como las siento. “El Señor está cerca” (Filipenses 4:5), y está dispuesto a ayudarnos, sin hacer reproches, y también a animarnos. Conoce el cansancio, la ansiedad de una madre, y su dificultad para mantener la calma. ¡Me entiende y me libra en los momentos críticos!
Aprendamos a orar con sencillez, digamos al Señor lo que sentimos, con claridad y sin argumentos inútiles… Confiemos en su bondad, en su comprensión, en su interés por los pequeños detalles de nuestra vida cotidiana. Dios aprueba la actitud humilde de quienes reconocen sus limitaciones, le invocan y confían en su gracia.
2 Crónicas 22 – 1 Corintios 13 – Salmo 104:1-4 – Proverbios 22:24-25