En muchos países donde no existe libertad religiosa es difícil encontrar una Biblia. Conocemos un grupo de cientos de cristianos en el que solo el pastor tiene la suya.
En contraste, también conocemos casas en las que hay varias Biblias. ¿Dónde están? Una puede estar en un baúl en el ático; otra, en un armario; y las demás… no saben dónde las pusieron.
–Pero el domingo, para ir al culto, se necesita una.
–¿Al culto? No, no vamos. El domingo es el único día que podemos dormir un poco más.
–Pero cuando tiene un momento libre, o por la noche, cuando todo el mundo vuelve a casa, ¿lee la Palabra de Dios?
–No, cada uno revisa sus mensajes, o navega por Internet…
La Biblia está en la casa, pero nadie la abre. ¡La gente consulta sus teléfonos móviles todo el tiempo, pero nunca la Biblia!
Cristianos, un día dejaremos nuestro dinero, nuestros trabajos y nuestras casas. ¡No descuidemos la Palabra de Dios, que permanece para siempre!
Por supuesto, tener o leer la Biblia no salva; es necesario creer su mensaje de salvación: si aceptamos que Jesús murió por nuestros pecados, somos salvos (Juan 3:16).
Por cierto, ¿dónde está su Biblia? ¿La lee?
“No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4).
2 Crónicas 20 – 1 Corintios 11:23-34 – Salmo 103:13-18 – Proverbios 22:20-21