Una mañana mi hija me pidió que le hiciera su torta favorita. Después de comprar todos los ingredientes que me faltaban, preparé cuidadosamente la torta según la receta. Ahora bien, supongamos que mi hija se hubiera ido a la cocina algunos minutos después de pedirme la torta, y se hubiese puesto a llorar porque no estaba. Le habría explicado que hacer una torta lleva tiempo…
Cristianos, a veces nos comportamos como niños con Dios. Oramos, y si la respuesta no llega de inmediato, pensamos que Dios no nos responde. Pero no es así. ¡Dios es sabio!
¡Él es realmente todopoderoso! Solo con una palabra hizo que surgiera la luz. Pero a menudo nuestras peticiones implican un trabajo moral y espiritual en nosotros, o en las personas por las que oramos. Esta obra divina se efectúa en los corazones y en las conciencias por medio de la Palabra y a través de las circunstancias de la vida. Y si este trabajo lleva tiempo, es porque a menudo encuentra obstáculos en nosotros. Dios actúa con paciencia y nunca se salta los pasos. En sentido figurado, «reúne los ingredientes, precalienta el horno, vigila la cocción…», a fin de responder a nuestras oraciones, con sabiduría y amor, en el momento oportuno. ¡Seamos pacientes, humildes, y confiemos en él!
“Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor” (Salmo 40:1).
“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4:2).
2 Crónicas 18 – 1 Corintios 10 – Salmo 103:1-5 – Proverbios 22:16