Esta palabra significa dejar para más tarde lo que podemos hacer ahora. Dicha tendencia es peligrosa. Aplazar un examen, el pago de impuestos y otras facturas, e incluso la visita al médico cuando uno está enfermo, puede traer graves e irreparables consecuencias. La pereza, el desánimo, o incluso la indecisión, que nos llevan a posponer tareas urgentes, pueden hacernos mucho daño.
Pero hay un ámbito en el que es aún más peligroso dejar para mañana la decisión que debemos tomar hoy. Se trata de nuestra relación con Dios, pues ella determina nuestro futuro eterno. Es una cuestión de vida o muerte. “Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti” (Deuteronomio 30:19-20). Aquí la muerte simboliza la ausencia de relación con Dios y la perspectiva del juicio que sigue a la muerte física. La vida es, al contrario, la relación que podemos tener con Dios, desde ahora y para siempre, basada en el perdón de nuestros pecados. Pecamos cada día, y solo la sangre de Jesucristo, derramada por nosotros en la cruz, puede borrar nuestros pecados. La fe en él nos permite obtener el perdón. Dios nos invita a escoger la vida y a tomar una decisión pronta. Nuestra vida es efímera, frágil; no debemos aplazar esta decisión, pues de ella depende nuestro futuro eterno. “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:15). ¡Mañana quizá sea demasiado tarde!
“Buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas” (Lucas 12:31).
Levítico 21 – Romanos 16 – Salmo 69:19-28 – Proverbios 17:3-4