El primer versículo de hoy es sorprendente. En español correcto deberíamos decir más bien: “Soy el que es”. Fue precisamente así como algunos traductores de la Biblia tradujeron el texto original. Pero otros prefirieron, aunque pareciese una falta de gramática, guardar la precisión de la idea expresada en hebreo. Dios se revela como aquel que se llama “Yo soy”, es decir, el Ser que existe fuera de toda noción de tiempo. Esto es inconcebible para nosotros, seres creados, y totalmente ajeno al pensamiento humano. Sin embargo, Dios no quiso permanecer inaccesible. Moisés debía decir a su pueblo: “Yo soy me envió a vosotros”. Y más tarde tendría que transmitirles la ley divina.
Pero el hombre no pudo respetar esta ley; entonces Dios envió otro intermediario: “La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17). Cuando Jesús se presentó, no dijo: “Antes que Abraham fuese, yo era”, sino que empleó el presente:
Un Dios tan grande quiso revelarse a su criatura. Aquel que “es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos” (Romanos 9:5), vivió como hombre en la tierra para ser accesible al ser humano. ¡Esto es incomprensible y maravilloso a la vez! Pero el creyente lo recibe con felicidad y adora a ese gran Dios que le manifestó su amor.
1 Crónicas 28 – Lucas 21:25-38 – Salmo 94:16-23 – Proverbios 21:15-16