Estaba buscando trabajo y me presenté en una empresa ubicada cerca de mi casa. Después de un periodo sin respuesta, uno de mis vecinos, empleado de esa compañía, me dijo: «¡Tendrá ese trabajo, el director me habló bien de usted!». Entonces mi esperanza revivió. Al día siguiente otra persona me dijo: «Probablemente ese puesto está reservado para otra persona…». Mis esperanzas se desvanecieron. ¡Un día la esperanza, otro día las dudas! Por fin recibí una carta de la dirección de la empresa. La abrí y mi rostro se iluminó: «¡Tengo el puesto!, le dije a mi mujer. En vez de escuchar a la gente que me daba falsas esperanzas o me desanimaba, tendría que haber esperado pacientemente la decisión del director…».
A menudo nos perturban las diversas opiniones de la gente que nos rodea, o los sentimientos engañosos de nuestro propio corazón. ¿Dónde podemos encontrar hoy verdaderas referencias, si no en la Palabra de Dios? En el que acepta lo que la Palabra le enseña para su vida personal, las dudas dan paso a la certeza.
Sabe, especialmente, que Dios da una vida nueva a todo el que cree en Jesús el Salvador. La fe da vida y hace reales las promesas de la Biblia. ¡Es una certeza! Desconfiemos del testimonio inconstante de nuestras emociones. Escuchemos y recibamos el testimonio infalible de la Biblia, la Palabra de Dios. ¡Ella es la verdad! (Juan 17:17). Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Marcos 13:31).
Malaquías 3-4 – Apocalipsis 22 – Salmo 150 – Proverbios 31:25-31