Los siguientes extractos de la Biblia subrayan la divinidad de Jesucristo:
– “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). El Señor, llamado aquí “el Verbo”, o la Palabra, existe desde siempre, distinto del Padre, pero uno con él: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30).
– El Señor me dijo: “Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy” (Salmo 2:7). A la relación eterna entre el Padre y el Hijo se añade una nueva relación entre el hombre Jesús y Dios Padre. Dios lo reconoció como su Hijo cuando nació en la tierra, y en varias etapas de su vida:
– En su nacimiento, el ángel dijo a María: “El Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35).
– En su bautismo, una voz del cielo declaró: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).
– Más tarde, la misma voz se oyó en el monte de la transfiguración: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 17:5).
– Cerca de la cruz, cuando Jesús expiró clamando a gran voz, el oficial romano declaró: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Marcos 15:37, 39).
– Su resurrección también demuestra su divinidad: Jesús “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4).
– Finalmente, su lugar en la gloria es la de Hijo de Dios, a la diestra del Padre (Hebreos 1:3).
Zacarías 14 – Apocalipsis 20 – Salmo 148:1-8 – Proverbios 31:1-7