«Sucedió un sábado, a las 2 de la madrugada: seis jóvenes entre 16 y 18 años iban a alta velocidad. En una curva perdieron el control, el auto se volcó y se incendió. Resultado: cuatro muertos y dos heridos graves».
Los accidentes son comunes cuando se conjugan varios factores: alcohol, obsesión por la velocidad, deseo de escapar, imprudencia…
No es fácil desentrañar las causas. Pero cada uno puede preguntarse por los puntos de referencia que ha transmitido a la generación que le sigue, la cual a menudo ha sido dejada con un vacío en el corazón y en la mente, sin referencias morales sólidas, y tan atraída por los «ídolos» que animan la sociedad actual.
Sin embargo, cada ser humano necesita el verdadero amor, está sediento de felicidad y esperanza. ¿Cómo lograr el autocontrol, cómo canalizar nuestras energías en un mundo que exalta “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2:16), y que conduce al libertinaje y a la violencia destructiva?
El apóstol Pablo también predicó el evangelio a los jóvenes. Y ellos encontraron una verdadera razón para vivir, incluso a través del sufrimiento: “Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:9-10).
Todavía hay tiempo para dar ese giro hacia Dios. “El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17).
Zacarías 6 – Apocalipsis 15 – Salmo 145:14-21 – Proverbios 30:17