Se dice que «cuanto más se acerque el telescopio, más antiguo es lo que se divisa». Tal vez incluso podríamos remontarnos al origen del mundo…
Los creyentes tienen un «telescopio» que les permite ver el futuro. Hombres de fe vieron “lo prometido” (Hebreos 11:13): Abraham se alegró ante la perspectiva de ver el día de la venida del Señor (Juan 8:56). Este patriarca que vivió como extranjero, de paso por la tierra, esperaba la ciudad de Dios (Hebreos 11:10).
Dios también nos ha dado promesas para el futuro. “En la casa de mi Padre muchas moradas hay… voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3). La fe, basada en la Palabra de Dios, nos permite ver sus promesas como ya cumplidas.
Pero desde ahora es posible entrar en la casa de Dios para ver a Jesús por la fe. El Señor Jesús prometió a los creyentes en la tierra: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Esta presencia de Jesús es real para todos los que se reúnen en torno a él. Entonces cada uno puede decir, como los discípulos a Tomás: “Al Señor hemos visto” (Juan 20:25).
Tomás faltó a ese primer encuentro. ¡Creamos en la promesa de nuestro Señor! No perdamos las oportunidades de reunirnos en torno a él.
“Mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad” (Salmo 84:10).
Cantares 3-4 – Apocalipsis 7 – Salmo 141:5-10 – Proverbios 29:24-25