Sucedió en el palacio del rey de Babilonia, en el año 539 a. C. En la sala del festín, ante los ojos aterrorizados del rey Belsasar y sus invitados, una mano escribió cuatro palabras en la pared. Daniel, un siervo de Dios lleno de sabiduría divina, fue llamado a traducirlas. La tercera palabra, “Tekel”, significa: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto” (Daniel 5:27). La noche siguiente fue asesinado… Este rey fue pesado, no en una balanza ordinaria, sino en la balanza divina y fue hallado falto. En ella Dios evalúa el valor moral del ser humano y sus acciones. Dios “pesa”, evalúa nuestros caminos y acciones (lo que es visible), pero también nuestros corazones y mentes (lo más íntimo de nuestro ser). Sabe por qué seguimos una u otra dirección, por qué actuamos, y también lo que amamos y lo que pensamos.
Hoy todos somos pesados “en balanza”. Dios mide a todo hombre con respecto a su Hijo Jesús, el hombre obediente. Un hombre puede pensar que es libre para hacer lo que quiera; puede incluso entregarse por completo a los demás. Pero si no ha ido a Jesús confesando su condición de pecador, no tiene relación con él. Su razón de vivir no es honrar a Dios.
Pero un simple vaso de agua, dado por amor a Jesús, tiene un gran valor ante el juez de toda la tierra (Mateo 10:42).
Después de la muerte no seremos pesados en balanza. Jesús dijo: El que en mí cree, “no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).
Cantares 1-2 – Apocalipsis 6 – Salmo 141:1-4 – Proverbios 29:23