El Eclesiastés, libro de la Biblia, tiene un mensaje particular. Algunas de sus afirmaciones parecen extrañas a primera vista, incluso desesperanzadoras. El autor observa las cosas como son “debajo del sol”. Describe la fragilidad de la vida, nos anima a cuestionarnos a nosotros mismos y arrasa con todos los apoyos humanos. Nos recuerda cómo es el mundo sin una relación con Dios. El hombre no puede encontrar en sí mismo los recursos para ser verdaderamente feliz. No puede mejorarse a sí mismo y, sobre todo, no puede triunfar sobre la muerte. Todo lo que busca no es más que una farsa, una ilusión, una carrera vana y sin esperanza. El autor del Eclesiastés quita las ilusiones al hombre. Traspasa la apariencia de las cosas para mostrarnos su realidad: vanidad y correr tras el viento (cap. 2:26, V. M.).
Este libro es de gran actualidad: hoy, la mayoría de la gente vive de las apariencias, siguiendo, sin pensar, lo que el mundo les ofrece. Una sociedad que rechaza a Dios solo puede generar frustración y terminar autodestruyéndose.
Pero el Eclesiastés nos prepara para recibir el mensaje del Nuevo Testamento, que nos muestra la felicidad de ser cristianos. El Señor Jesús quiere transformar nuestras vidas, para darnos un gozo durable y completo, que encuentra su fuente y su objetivo en Dios. La muerte incluso pierde su aspecto aterrador. El futuro ya no es desconocido. Para el cristiano, es la esperanza de “estar con Cristo… lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:23).
Job 42 – Santiago 3 – Salmo 137 – Proverbios 29:5-6