En medio de la multitud, una mujer que estaba enferma desde hacía doce años se acercó a Jesús y tocó discretamente el borde de su manto, convencida de que así sería sanada. Pero Jesús se detuvo y preguntó: “¿Quién ha tocado mis vestidos?”. Quiso sacar de la sombra a la que deseaba permanecer oculta. Temblando, ella dio testimonio delante de todos, y Jesús le respondió: “Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote”.
– “Hija”: se estableció una relación entre Jesús y ella.
– “Tu fe te ha hecho salva”: Jesús quiso resaltar la fe de esta mujer, quien había encontrado una respuesta maravillosa en Aquel que la sanó. Las necesidades de su alma fueron satisfechas.
– “Ve en paz”: ella continuaría su camino confiada en Jesús.
– “Queda sana de tu azote”: su sanación, por la intervención poderosa de Jesús, el Hijo de Dios, fue total y definitiva.
Aquí la sanación del cuerpo es una imagen de la sanación del alma, de esa enfermedad incurable que es el pecado que nos azota. ¿Cómo librarnos de ella? Acerquémonos a Dios, confiando en su gracia. “Por gracia sois salvos por medio de la fe” (Efesios 2:8). Nuestra liberación es segura.
Otras personas tuvieron contacto con Jesús sin recibir ningún beneficio, pero la fe de esta mujer puso en actividad el poder del Señor Jesús. Estar en contacto con el evangelio, o con cristianos fieles, no da la liberación del alma. Solo cuando el corazón recibe la Palabra de Dios, y a Jesús como Salvador, uno es salvo para siempre.
Job 39-40 – Santiago 1 – Salmo 136:10-22 – Proverbios 29:1-2