Arrepentirse significa dar un giro radical en sus pensamientos y actos. Esto fue lo que sucedió con un asistente del presidente de una nación. Después del escándalo de un asunto de espionaje, empezó a ver su vida de forma diferente y comenzó a leer un libro sobre el cristianismo, que un amigo le regaló. Esto es lo que cuenta:
“Sabía que mi hora había llegado… Tenía que aceptar sin reserva a Jesucristo como el Señor de mi vida. Era como si tuviese una puerta ante mí, no podía evitarla: entraba o me quedaba fuera”. Después de un largo combate interior, finalmente este colaborador del presidente se dio cuenta de que Jesucristo merecía toda su lealtad. Entonces se rindió: “Señor Jesús, creo en ti. Te acepto; por favor, ven a mi vida, te la consagro”. Seguidamente descubrió que sus preguntas particulares como: “¿Por qué existo? ¿A dónde voy?”, hallaban sus respuestas en esta nueva relación personal con Jesucristo.
Conocer a Jesucristo como nuestro Salvador nos permite tener una comunión real con él. Jesucristo colma nuestra vida interior, nos llena con su paz y nos da una razón de vivir. Aceptarlo como Señor de nuestra vida también responde a nuestras necesidades más profundas de amor y paz. Quienquiera que usted sea, Jesús lo ama y le invita a tener una relación personal con él.
“El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).
Números 10 – 2 Timoteo 4 – Salmo 77:10-20 – Proverbios 18:8