“Quiero conocer los pensamientos de Dios; el resto solo son detalles”, dijo Albert Einstein a uno de sus estudiantes.
El estudio del universo había revelado a ese sabio excepcional la coherencia y la inteligencia que rigen las leyes del universo. Einstein no creía en el azar, sino en un Dios creador. Por ello trataba de penetrar en el pensamiento o la intención de Aquel que había establecido tal armonía.
Como ese sabio, preguntémonos cuál es el objetivo que Dios persigue a través de la obra maestra de la creación, de la cual formamos parte. Sin duda no sabremos responder mejor que Einstein. Pero la pregunta más inmediata e importante es: ¿Cuál es la voluntad de Dios para mí? La Biblia es clara: el objetivo de Dios es establecer una relación estrecha con el hombre a quien creó. Cada uno es invitado a conocerlo no solo como el creador, sino como el Dios que quiere liberar al hombre perdido. Él dio a su Hijo Jesucristo para salvar a todos los que se reconocen como tales. Al venir a la tierra Jesús reveló que el autor del universo también es el Dios Salvador: su amor invita a cada uno a acercarse a él.
Dios no nos creó para luego abandonarnos. Él conoce a cada uno, pues creó al hombre a su semejanza (Génesis 5:1).
El pensamiento de Dios es importante para nosotros, eso es innegable. Crea en Jesucristo, quien murió para salvarle del juicio eterno.
Números 7 – 2 Timoteo 1 – Salmo 75 – Proverbios 18:2-3