Una antigua ministra francesa escribió: «Dios es una necesidad para el hombre, es el recuerdo constante de que no somos todopoderosos, es el recuerdo del imperativo moral de amar al prójimo, de acogerlo, de acudir en su ayuda… Jesús es el misterio de Dios hecho hombre. Es el perdón en la cruz, con aquella maravillosa promesa hecha al ladrón arrepentido, crucificado a su lado: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Jesús solo pronunció la palabra de perdón, no la de condenación; y cuando el hombre pide este perdón, el Señor siempre responde a su petición… Sé que Jesús está vivo a la diestra del Padre, y millones de cristianos lo saben, su Palabra es viva para todos».
Aunque usted no sea una persona famosa, este testimonio también puede ser el suyo. Pero, ¿cómo es posible que el Dios infinito dejara de ser un misterio para seres tan limitados como nosotros? ¡Porque Jesús nos lo revela! Él nos muestra el camino hacia el perdón de Dios; y concede el perdón al que reconoce que ha despreciado las leyes de Dios y que necesita una sanación interior. ¡De hecho, en esto consiste el arrepentimiento! Por medio de él tendremos acceso a una verdadera esperanza, la de una vida con Dios, que comienza desde ahora, a través de la lectura de su Palabra, un libro vivo que nos transforma y comunica la vida.
Por medio de la Biblia, Jesús nos dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto… El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:6-7, 9)
Daniel 12 – Lucas 3 – Salmo 82 – Proverbios 19:9-10