Parece que una cuerda fuerte es suficiente para sujetar a un elefante. En efecto, si durante su juventud este animal estuvo atado permanentemente a un gran árbol, terminará renunciando a tratar de liberarse. Cuando es adulto, ya no hala su cuerda: se detiene tan pronto siente una resistencia. ¡Piensa que todavía está cautivo!
Y usted, amigo cristiano, ¿cree que todavía es una persona cautiva? ¿Cree que nunca podrá liberarse de tal o cual comportamiento, hábito o adicción que lo encadena, o tal vez está frenado por sus fracasos y sus falsas creencias?
Veamos lo que la Biblia dice: “El pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Usted no está condenado a permanecer atado a un árbol, como el joven elefante. Si cree en el Señor Jesús, puede salir victorioso porque tiene un nuevo poder, el poder del Espíritu Santo. Este no viene de sus propios esfuerzos, de su voluntad o de sus decisiones, sino de Dios.
Pero el Espíritu Santo trabaja con nuestro asentimiento. Por eso, la primera pregunta que debemos responder para ser liberados es la que Jesús hizo al paralítico: “¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6). Esta pregunta nos obliga a enfrentarnos a nuestro verdadero deseo. El siguiente paso es dejar que Dios actúe, abandonando nuestros propios esfuerzos. Entonces, en este camino de confianza, saboreamos la paz de Dios y la liberación del mal. ¡Tal vez sea gradual, pero podemos estar seguros de que será real!
Daniel 4:19-37 – 1 Juan 3 – Salmo 78:32-40 – Proverbios 18:14-15