Mi padre solía contarnos ciertos episodios de la guerra, en particular algunas experiencias que le impresionaron y le animaron, a pesar de la crueldad del momento.
Un día su compañía estaba en la primera línea del frente y recibió la visita del capellán. El teniente había dado permiso para que los hombres que lo desearan, unos diez, se reunieran en un pequeño bosque cercano, de donde podían ser llamados en cualquier momento. El capellán les habló del Señor Jesús y de su promesa de estar siempre con ellos, estuviesen donde estuviesen. Después de leer la Biblia y orar, propuso cantar un himno. De común acuerdo eligieron un himno universalmente conocido:
Al principio el canto era un poco tímido, apenas audible, pero luego tomó fuerza, y finalmente los soldados cantaron a plena voz:
Los soldados volvieron a sus puestos. Sin embargo, de repente escucharon el mismo himno en un idioma diferente desde las líneas del otro lado. ¡Era el himno de la fe, que no tiene fronteras, que une a todos los creyentes en una misma comunión, bajo la protección de un mismo Padre, el Dios y Padre de nuestro Salvador y Señor Jesucristo!
Daniel 9:20-27 – Lucas 1:26-56 – Salmo 80:1-7 – Proverbios 19:1-2