Muchas personas están cansadas de las divisiones religiosas. Las diferentes religiones, enfrentadas entre sí, a menudo provocaron conflictos, incluso guerras llamadas santas. ¡Cuánta sangre corrió en nombre de Dios! Por eso vemos cada vez más esfuerzos de acercamiento, especialmente entre las religiones que reconocen a un solo Dios. La intención es buena, ¿cómo no desear la paz entre los hombres?
Pero surge una pregunta fundamental: ¿qué Dios buscamos, que pueda unir a los hombres? Imaginarnos al Dios soberano por medio de nuestra inteligencia sería absurdo. Dios sigue siendo el mismo eternamente. Solo podemos acercarnos a él mediante la revelación que él hizo de sí mismo:
– por una parte, se reveló en la Biblia, ese libro que hizo escribir por medio de diferentes hombres inspirados por su Espíritu;
– por otra parte, se reveló a través de su propio Hijo, quien tomó nuestra condición para darse a conocer.
Seamos claros: un Dios sin Jesús no puede, en ningún caso, ser el Dios de los cristianos. Por la fe en su sacrificio tenemos la seguridad del perdón de nuestros pecados y de la vida eterna, y por medio de él conocemos a Dios como nuestro Padre. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
2 Reyes 1 – Romanos 8:1-17 – Salmo 65:9-13 – Proverbios 16:13-14