Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros.
Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
Antes de ir a la cruz, Jesús se despidió de sus discípulos y les recordó cuánto los amaba:
– “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado” (Juan 15:9).
– “Los has amado a ellos como también a mí me has amado”, dijo a su Padre hablando de ellos (Juan 17:23).
Varias veces también hizo alusión al amor de sus discípulos por él:
– “Si me amáis… el que me ama… si me amarais… porque vosotros me habéis amado…” (Juan 14:15, 23, 28; 16:27).
– “Si (o: ya que) me amáis, guardad mis mandamientos”.
Los discípulos seguían a Jesús, lo amaban, y él lo sabía. Entonces, si lo amaban, este amor debía manifestarse en su vida: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama” (Juan 14:21).
– “El que me ama, mi palabra guardará”.
En este versículo el Señor se dirige más directamente al creyente. Guardar su “palabra” va más allá de guardar sus “mandamientos”. Esto significa que vivimos en su intimidad. Así demostramos que conocemos al Señor de cerca, que guardamos sus enseñanzas en lo profundo de nuestro corazón y que las ponemos en práctica.
– “Si me amáis… el que me ama”.
Amar a Jesús es una actitud silenciosa del corazón. Pero el que lo ama busca ante todo su aprobación, una aprobación de gran valor para él.
1 Reyes 2:1-25 – Marcos 6:1-29 – Salmo 51:1-5 – Proverbios 14:27-28