La grandeza moral y la majestad de Dios -su gloria- resplandecen en Cristo. Jesucristo es “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Hebreos 1:3).
Cuando Jesús se transfiguró delante de tres de sus discípulos, su rostro resplandeció “como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (Mateo 17:2).
Dios hace resplandecer su luz sobre el creyente.
“Dios… es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4:6).
El profeta Isaías contempló “una gran luz” brillando sobre Galilea, y declaró: “los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Isaías 9:2).
David cantó: “Tú eres mi lámpara, oh Señor; mi Dios alumbrará mis tinieblas” (2 Samuel 22:29). Y también pudo decir a Dios: “Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz” (Salmo 139:12).
La luz resplandecerá un día sobre los creyentes. “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18).
“Los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (Mateo 13:43).
Jeremías 4 – Lucas 12:22-40 – Salmo 89:28-37 – Proverbios 20:16-17