El rey David atravesó momentos difíciles. Los salmos que compuso describen sus sentimientos, sus preguntas y a veces su desánimo. Son muy instructivos para los creyentes hoy.
– “Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo?” (Salmo 11:3). Es una pregunta que nosotros también podemos hacernos viendo la evolución de los comportamientos y de la legislación en ciertos países. Recordemos que las autoridades son establecidas por Dios (Romanos 13:1). Confiemos en él; Dios controla todo desde “su santo templo” (Salmo 11:4).
– “Salva, oh Señor, porque se acabaron los piadosos; porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres” (Salmo 12:1). Tal pensamiento puede venir a nuestra mente cuando vemos tan pocos creyentes a nuestro alrededor. Pero tengamos cuidado, no seamos como el profeta Elías que se creía el único fiel, mientras había otros siete mil entre su pueblo (1 Reyes 19:1-18).
– “¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?” (Salmo 13:1). Quizá lo más difícil es cuando parece que Dios no nos escucha, que oramos en vano. Sin embargo, Jesús dijo: “Yo os digo: Pedid, y se os dará” (Lucas 11:9). Él es el Dios “que no miente” (Tito 1:2). Aunque sus respuestas se hagan esperar, no dudemos de su sabiduría y de su amor.
“Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Salmo 73:26).
Números 22 – Lucas 3 – Salmo 82 – Proverbios 19:9-10