Casi todas las pescas requieren un cebo o carnada diferente, dependiendo de los peces, la temporada, el clima o incluso la hora del día.
El diablo es un buen pescador, conoce muy bien el corazón humano, y sabe presentar a cada uno la tentación adecuada. Por medio del orgullo -“Seréis como Dios”- hizo caer a nuestros primeros padres, Adán y Eva. Por dinero compró la conciencia de Judas. Hay cebos muy llamativos, como la adicción al alcohol, la droga o la sexualidad desordenada, que atrapan a muchos desafortunados; hay otras carnadas más sutiles, como una mala costumbre, un vínculo que debemos romper… El pez está bien enganchado.
La pesca submarina no es menos temible. El buzo busca su presa en su guarida, la sorprende mientras ella descansa en el fondo, y la traspasa antes de que ella vea el peligro. De la misma manera, la pereza y la ociosidad nos dejan indefensos ante los ataques del diablo.
Satanás también practica la pesca con redes. Por miedo a ser diferentes a los demás, nos dejamos llevar con ellos por “el pecado que nos asedia” (Hebreos 12:1). En inglés, la palabra “internet” también designa la red de pesca… Un clic es suficiente para convertirse en la presa del enemigo, ¡y cuán difícil es soltarse!
Estemos atentos. Satanás es más fuerte y más astuto que nosotros. Pero Jesús lo venció y quiere darnos la victoria.
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Jeremías 2 – Lucas 11:29-54 – Salmo 89:15-18 – Proverbios 20:12-13