“Yo soy el Señor tu Dios… No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:2-3).
“No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano; porque no dará por inocente el Señor al que tomare su nombre en vano” (v. 7).
“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No hurtarás.
No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (v. 12-17).
“Al extranjero no engañarás ni angustiarás” (Éxodo 22:21).
“No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis” (Éxodo 20:23).
“No admitirás falso rumor… No seguirás a los muchos para hacer mal” (Éxodo 23:1-2).
Podríamos seguir enumerando lo que Dios ordena que no hagamos. Cada uno de estos mandamientos nos muestra lo que debemos a nuestro creador y a nuestro prójimo. Los recibimos de un Dios que ama a su criatura.
El mundo sería muy diferente si escucháramos estas instrucciones a no hacer lo que desagrada a Dios. Y la Biblia va más lejos, porque nos da además otros mandamientos, esta vez positivos, en cuanto a lo que Dios espera de nosotros.
Números 17 – Lucas 1:1-25 – Salmo 79:8-13 – Proverbios 18:23-24