El predicador inglés John Flavel (1627-1691) comentaba el primer versículo arriba citado. Mostraba cómo los evangelios resaltan el amor de Dios por nosotros, y hasta qué punto llegó el amor de Cristo. Es un amor insondable, pues Jesús aceptó morir por sus enemigos. Insistía sobre la gravedad de permanecer indiferente a ese amor. Rechazar este don de la gracia de Dios en Jesucristo tenía como terrible consecuencia ser “anatema”, es decir, reprobado por Dios mismo. ¡Esta expresión tan fuerte nos interpela! La seriedad de esta advertencia impresionó mucho al mismo Flavel y a los que lo escuchaban. Al final de su mensaje, pidiendo la bendición de Dios sobre la asistencia, titubeó y, muy emocionado, repitió: “pero los que no aman al Señor Jesús son malditos…”.
Entre ellos había un adolescente de unos quince años, Luc Short. Esta advertencia también le concernía, pero tenía tantos proyectos que la ignoró. Poco después emigró a Estados Unidos donde hizo prosperar una gran hacienda. Siendo muy anciano, repentinamente vino a su mente ese episodio de su juventud y recordó el llamado de Dios: “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema”.
Después de 85 años de haber oído estas duras palabras, Luc Short confesó a Dios sus pecados, su vida alejada de él por sus propias faltas, y halló el perdón y la paz. Pudo vivir sus últimos momentos con Dios y para Dios. Nunca es demasiado tarde para arrepentirse; pero no dejemos pasar nuestra vida sin hacerlo.
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos” (Eclesiastés 12:1).
Cantares 1-2 – Apocalipsis 6 – Salmo 141:1-4 – Proverbios 29:23