En la Biblia a menudo el viento nos habla de las circunstancias difíciles, de las tempestades de la vida. Pero si el viento no soplase en la tierra, ninguna vida subsistiría. El viento contribuye a la variación de los climas; permite la evaporación del agua de los océanos, abre un camino a la lluvia que riega la tierra, reparte las semillas…
Lo mismo sucede en nuestra vida. Los contratiempos y las luchas de la vida enseñan al creyente a contar con su Salvador. ¿Quién no ha experimentado el socorro divino cuando el huracán parecía desencadenarse sobre su cabeza? “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”, clamaron los discípulos de Jesús (Mateo 8:25). Y muy a menudo el Señor nos responde con estas palabras:
2 Reyes 17:24-41 – Efesios 5 – Salmo 71:19-24 – Proverbios 17:15-16