En una provincia nigeriana unos musulmanes radicales atacaron a sus vecinos cristianos. Muchas casas y lugares de reuniones fueron destruidos. Cuando un gran número de cristianos se reunió en aquel lugar, sus perseguidores tuvieron miedo a las represalias. Pero en cada lugar donde el enemigo había ejercido violencia, los cristianos cantaron himnos de alabanzas a Dios y declararon que estaban dispuestos a perdonar.
Esta actitud inconcebible sorprendió e impresionó tanto a un jefe de tribu que pidió a aquellos cristianos que le explicasen la razón de su conducta. Tiempo después declaró públicamente que se había vuelto cristiano. Su gente lo consideró como un traidor. Fue maltratado y tuvo que afrontar la ira de los hombres de su tribu. Entonces los reunió para decirles: “Pueden alejarme de ustedes, rechazarme, e incluso matarme. No los resistiré. Pero no pueden quitarme la fe en Jesucristo. Aprendí a conocerlo como Aquel que perdona los pecados y nos hace capaces de perdonar el daño que nuestros semejantes nos hicieron”.
Los hombres de la tribu no reconocían a su jefe, quien en otro tiempo había sido muy autoritario. Pero ahora estaba ante ellos sereno, listo para sufrir, si era necesario.
El Evangelio de Jesucristo es verdaderamente el poder de Dios para salvar. Todo el que lo acepta con fe experimenta un cambio fundamental en su corazón y en toda su vida.
“La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).
2 Reyes 6 – Romanos 11:25-36 – Salmo 68:7-14 – Proverbios 16:25-26