Después de una tormenta, a veces aparece el arco iris mostrando sus magníficos colores. La física nos enseña que este fenómeno se produce por el encuentro de las gotas de agua y los rayos del sol: la luz blanca se descompone según toda la gama de colores del espectro cromático.
La Biblia nos dice que Dios estableció el arco iris después de haber enviado el diluvio a la tierra y haber salvado a Noé y los suyos del juicio. Dios dio esta señal para mostrar que se acuerda de todas las criaturas vivas de la tierra. A pesar de la maldad del hombre, Dios no quiere su destrucción. Cada uno de nosotros es culpable ante Dios, pero todos podemos ir al Salvador que él nos dio, es decir, Jesucristo.
El arco iris también nos habla de Jesús, el Hijo de Dios que vino a la tierra como la luz del cielo. “Dios es luz” (1 Juan 1:5) y quiso revelarse a los hombres. Entonces, así como el arco iris descompone la luz, Jesús nos reveló unas tras otras las glorias de Dios: su exigencia de verdad, que pone en evidencia todo lo que el hombre querría dejar escondido en lo profundo de su corazón; su justicia, que no soporta el pecado; su bondad, que busca y atrae al pecador; su paciencia, que espera que todos se arrepientan…
Y después de haber dado su vida para expiar nuestros pecados, Jesús volvió al cielo, donde ahora está sentado a la diestra de Dios el Padre, garante de nuestra eterna salvación.
“El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció” (Mateo 4:16).
1 Reyes 7:23-51 – Marcos 9:30-50 – Salmo 55:8-15 – Proverbios 15:5-6